Desde tiempos remotos, en Ucrania, la boda se consideraba una de las fiestas más esperadas y consagradas dentro de cualquier familia. Antiguamente, la boda, llegaba a durar varios días (3 días e incluso más) y cada día estaba repleto de tradiciones y ritos.
Celebrando la boda no sólo se pensaba en el joven matrimonio, unión de dos familias, sino también en dar el mejor ejemplo, para que la organización de todas las tradiciones de boda de cara a los invitados fuera impecable.
La responsabilidad era muy grande, donde participaba mucha gente, desde los síndicos, los casamenteros, las chicas que se ocupaban del “Korovay” (el famoso pan de boda), músicos, vecinos, y un largo etc.
La celebración de la boda no tenía fecha exacta, pero la pedida de mano se arreglaba generalmente en Otoño, y la pareja intentaba hacer todo lo posible para casarse antes de Cuaresma.
Estaba totalmente prohibido hacer la boda durante cualquier ayuno. El compromiso del matrimonio ocurriría generalmente después de que los jóvenes lo decidieran, a pesar de que en ocasiones, el destino de la chica se solucionaba por sus padres, sin su voluntad.
Al llegar al compromiso y de ser afirmativa la decisión de la chica, al novio se le obsequiaba con un pañuelo bordado, y si era de rechazo, se le entregaba la famosa calabaza.
La pedida de mano de la joven, era una de las etapas más importantes. El novio tenía que acudir con dos “Starosty” (Ayudantes del novio), uno principal y otro secundario, llevando el famoso "Pan de Boda" a la casa de la novia. Una vez hablado con los padres de la joven, conversación la cual siempre resultaba muy poética y pintoresca, llegaban al acuerdo, y los ayudantes intercambiaban el pan de boda con el de los padres de la novia.
El padre bendecía a su hija, y la joven entregaba las toallas y el pañuelo atándolo en el brazo de los ayudantes del novio.
La toalla era uno de los elementos básicos de cualquier boda ucraniana, incluso hoy día sigue viva la tradición de poner la toalla en la ceremonia. En tiempos remotos (hasta el siglo XX) cada chica siendo joven, preparaba varias toallas, las cuales eran su tarjeta de presentación, el signo de su maestría y su amor por el trabajo.
Por la cantidad de ornamentos y la belleza de la toalla se creaba una opinión sobre la novia y su madre, que desde que su hija era pequeña, tenía que enseñarla a hilar, tejar, coser y bordar.
En cada familia, el baúl de casa tenía que llenarse de toallas, guardándolas y cuidándolas como un tesoro. A los invitados y vecinos se las enseñaba con orgullo mostrando como su hija se preparaba con responsabilidad para su futuro matrimonio. Cuando una vez entregada la toalla al compromiso se rompía por alguna razón significaba una gran vergüenza.
Entregar la toalla mostraba prepararse para la boda, y no había marcha atrás. Los ayudantes colocaban las toallas entre sus brazos, agradeciéndoles a los padres de la joven y a ella por saber hilar y coser. Después del compromiso del matrimonio, los jóvenes conocían más de cerca a los padres del otro, finalizando todos los detalles de la boda. El compromiso oficial era casi igual que el primer compromiso de matrimonio, con la diferencia de que en este caso los novios se sentaban juntos, teniendo en manos la toalla del compromiso y la bendición de sus padres.
Finalizado el compromiso, el novio hacía su última fiesta de soltero, al igual que la novia junto con sus amigas solteras. La fiesta de soltera de la novia resultaba muy emocionante. Las amigas trenzaban coronas de flores para los novios, cantando las típicas canciones folclóricas para solteras. Una de las tradiciones más típicas durante la preparación a la boda era cocer el famoso "Pan de Boda". El pan, lo cocían siempre las mujeres ya maduras, cada una de las cuales traían un poco de harina y lo preparaban en la casa del novio, cantando canciones para la ocasión, con palabras como:
Засвіти, Боже, із раю Нашому короваю, Щоб було виднесенько, Краями дрібнесенько.
"Dios del paraíso, Dale un poquito de luz a nuestro pan de boda, Para que lo vean y lo hagan minuciosamente"
La novia tenía la responsabilidad de invitar a todos a su boda, caminando por el pueblo junto con su amiga más adulta. El Sábado, después de la hora de la comida, las amigas de la novia cogían el “Giltse” (la ramita). La ramita solía ser un pino pequeñito, manzano, guindo o peral de tamaño pequeño, la cual se adornaba con una Kalyna (Mundillo), flores, espigas, cintas de color, velitas encendidas y después lo metían dentro del "Pan de Boda", que siempre estaba en la mesa bajo los iconos religiosos.
Los preparativos de la boda empezaban en la casa de la novia, mientras sus amigas la ayudaban a vestirse y arreglarse y los músicos tocaban canciones populares. Una vez en la iglesia, ningún otro elemento de boda tenía tanta importancia como la toalla bordada de boda, que a día de hoy sigue siendo una tradición viva. La toalla de boda era colocada frente al altar y llegado el momento los novios tenían que pisarla o colocarse encima, contando la tradición que quien pise antes la toalla será quien domine o rija con caracter en la familia.
La toalla unía simbólicamente dos familias, simbolizaba el camino de la vida matrimonial, la cual los jóvenes tenían que pasar con dignidad y alta responsabilidad ante la sociedad. Una vez finalizada la ceremonia todos iban hacia la casa de los padres de la ya mujer, donde les bendecían y les ponían sentados sobre un abrigo de piel, en el lugar más importante de la casa que era sobre la mesa bajo los iconos religiosos. Terminado el banquete de boda, los jóvenes partían a la casa del marido.
Durante la celebración de la boda en la casa del marido se mantenían muchas tradiciones, algunas de las cuales resultaban algo arcaicas.
Acabada la ceremonia pasaban a la apertura de los regalos de la boda. Primero los recibía el marido de las manos de su mujer y después él regalaba los suyos a los parientes y a su mujer (El regalo típico para la suegra solían ser unas botas).
Una vez terminada la sesión de regalos partían a la casa de la mujer. El marido y su amigo más adulto iban los primeros, detrás les seguían los demás amigos con el pan adornado con el “Giltse” (la ramita), los músicos, sus padres y los parientes cerrando la caminata. La mujer en este momento aguardaba en casa de sus padres bajo la tutela de sus amigos y amigas, que no le dejaban al marido entrar a la casa sin "pagar por la novia", una graciosa tradición en el cual el marido tenía que pagar una puja de dinero, como ofrenda al valor de la novia, y de estar conformes los amigos le dejaban pasar. Al entrar comenzaba la ceremonia de cubrir la cabeza de la mujer con un pañuelo ya preparado.
Esta tradición significaba el paso de la pérdida de libertad por una vida en familia y su despedida con las amigas y de su casa.
Finalmente, los ya marido y mujer, se iban a vivir a casa del marido, donde les recibían con pan y sal (la tradición antigua y todavía viva de bienvenida). Los invitados se sentaban sobre la mesa y empezaba la fiesta con la comida tradicional, cantos y danzas. Antiguamente y hasta principios de Siglo XX, los recién casados siempre iban a vivir a casa del marido junto con sus padres y demás familiares ya sean hermanos casados, sus hijos, abuelos, etc. compartiendo todos juntos en el seno familiar la misma vivienda.
Aunque la mayoría de estas tradiciones son muy antiguas y están obsoletas, a día de hoy se conservan muchas de ellas como la de pisar la toalla en el altar o la de la venda en los ojos en el banquete, a la mujer ya casada.